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viernes, 31 de agosto de 2012

CUANDO LLEGA EL TÍO PACO CON LAS REBAJAS



Eckhart Tolle comenta en su libro El Poder del Ahora: “Si crees que estás iluminado, ve a pasar la Nochebuena a casa de tus padres”.  Aunque no sea en Navidad o en casa de nuestros padres, la experiencia interior de dolor, carencia, miedo... puede aparecer como un reto personal al doblar cualquier esquina, y  esto le ocurre –como diría mi madre- “hasta al Nuncio de su Santidad”.

Todos somos víctimas de víctimas y todos estamos aprendiendo. Para un coach, educador, formador o terapeuta es importante tenerlo presente. La tremenda cura de humildad que nos va dando la vida con el paso de los años tiene cara de oportunidad para nosotros. En realidad, son oportunidades para cualquiera que pretenda comprender a los demás y esté abierto a hacerlo desde el único lugar posible: la mutua humanidad.

Es indudable que la experiencia es un grado y es justo valorarla en cualquier ámbito o profesión. Eso no quiere decir que en el coaching haya que sobrevalorar los años del profesional y su experiencia. Como formadora de cientos de personas desde 2004 opino que quien es un buen coach lo es desde el principio. Quien no es coach de vocación es improbable que llegue a ser nunca un buen coach, a no ser que en algún momento se le revele la vocación.

¿Y qué significa ser un coach de vocación? Querer ayudar al ser humano por encima de todo, también del propio ego, y disfrutar haciéndolo. Confiar en la grandeza potencial de las personas y facilitarles ese descubrimiento. Querer que sea el otro quien halle sus propias respuestas y soluciones. Inspirarle con entusiasmo para que asuma todos sus avances y logros como completamente suyos.

El reto del coaching es apartar cualquier juicio, prejuicio o idea preconcebida, y ayudar a otro a convertirse en quien realmente quiere ser, no en quien otro quiere que sea. Como espejos que somos, los coaches también nos mostramos como seres humanos, con todo lo que significa.  

Yo digo que si fuese coach las 24 horas del día dejaría de ser coach para ser Sta. María de Majadahonda. La verdad es que la vida va pasando con su carga de pruebas,  con sus lecciones y curas de humildad y que casi nadie se salva. En el caso del coaching también son oportunidades para recordar que el único éxito del coach es que el coachee experimente el éxito. No se trata de pretender ser lo que no somos ni hay más medallitas que colgarse.

Quien manifieste que ya lo ha aprendido todo, que ha trascendido las dificultades del camino y que únicamente está en este mundo para guiar a otros, miente o se engaña a sí mismo. Es probable que no se conozca bien y que ignore las emociones que emergen cuando llega su propio tío Paco con las rebajas.



Eckhart tolle: “REFLEXIONES” 

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