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jueves, 22 de marzo de 2012



 
 Inteligencia espiritual, también en la empresa


 

Las personas inteligentes espiritualmente saben darle un significado a su labor en el mundo y lo transmiten a los demás. Son mejores miembros de un equipo y tienen mayor capacidad para afrontar dificultades, son personas más creativas e intuitivas. De todo ello se deduce que desarrollar IES se ha convertido en una verdadera necesidad en el mundo empresarial y en el mundo en general.

En la década de los noventa, algunos conceptos como inteligencia emocional o trabajo en equipo, pusieron de manifiesto que la inteligencia racional, los títulos y conocimientos, no bastaban para lograr el éxito en la vida. Se demostró que era necesario ser consciente de las emociones y aprender a manejarlas, tener buenas relaciones interpersonales, ser empático, tolerante, estar seguro de uno mismo, pensar en positivo, profundizar y hallarle sentido a la vida, actuar desde los valores y principios... Apareció un nuevo concepto para comprendernos mejor y comprender nuestras interacciones con el mundo: la Inteligencia Espiritual, IES.

El término fue establecido por los investigadores Ian Marshall, psiquiatra de la Universidad de Londres, y Danah Zohar, académica de la Universidad de Oxford. Ellos descubrieron que cuando las personas efectuaban alguna práctica espiritual o hablaban sobre el sentido global de sus vidas, las ondas electromagnéticas de sus cerebros presentaban oscilaciones neuronales de hasta 40 megahercios. Recorrían todo el cerebro, pero presentaban una oscilación mayor y estable en el lóbulo temporal. Según Zohar, la IES activa las ondas cerebrales, provocando que cada zona "especializada" del cerebro converja en un todo funcional. Esa oscilación sería la manifestación física del cerebro tomando conciencia, buscando lo esencial, el sentido, la comprensión.

Según estos expertos, las personas que han desarrollado su  inteligencia espiritual están más abiertas a la diversidad, tienen tendencia a hacerse preguntas y a buscar respuestas fundamentales, además de ser más capaces de encarar la adversidad y de convertirla en oportunidad de algo mayor. Este tipo de inteligencia permite posicionar nuestras experiencia de la vida en un contexto mucho más rico. 

La IES descansa en esa parte profunda del ser que está conectada con la sabiduría, más allá del ego o de la mente consciente. Es la inteligencia a través de la cual reconocemos los principios existentes y descubrimos otros nuevos valores partiendo de ellos. 


IES y la empresa

La inteligencia espiritual es similar a la inteligencia emocional, pero en un plano mucho más profundo. Además de saber controlar nuestras emociones, debemos manejar nuestro espíritu en la vida diaria. "Una persona inteligente espiritualmente tiene la capacidad de entender que todos somos parte de un mismo todo, es decir, “holísticos”.

La inteligencia espiritual permite ver más allá de las fronteras y barreras naturales; permite entender que no importa cuál es nuestra profesión, sexo o color, ya que todos pertenecemos a una realidad superior. 

Las personas con inteligencia espiritual incorporan en sus actos las cualidades innatas del espíritu: amor, solidaridad, comprensión, felicidad... Además, son capaces de vivir en paz a pesar de las dificultades. De ahí que la IES ayude a reducir los conflictos laborales, los problemas interpersonales y la competencia interna.

Las personas inteligentes espiritualmente han descubierto lo bien que se siente el ser humano cuando actúa desde la mejor versión de sí mismo, y le han encontrado significado a sus trabajos, son mejores miembros de cualquier grupo o equipo y tienen mayor capacidad para resolver problemas difíciles. Son más intuitivos y creativos. Desarrollar la IES se convierte en una verdadera necesidad en el mundo empresarial. ¿Pero cómo se desarrolla?

Hay una serie de ejercicios diarios que nos ayudan a cultivar este tipo de inteligencia, como meditar, escuchar buena música o dar un paseo desconectando la mente. En definitiva, vivir momentos de silencio interior y cargados de presente (presencia). 

"Toda labor de ayuda desinteresada estimula la inteligencia espiritual", afirma Marshall y finaliza: "Otras empresas más audaces tienen cursos de meditación internos, y hasta ambientes reservados para que las personas oren o mediten".


Test de IES

Entre las características para una inteligencia espiritual están:

- Flexibilidad y apertura. Adaptación espontánea. 
- Alto nivel de conciencia de uno mismo.
- Capacidad para afrontar y trascender el dolor.
- Facilidad de recuperación tras las adversidades (resilencia).
- Capacidad de ver los problemas como oportunidades.
- La inspiración en los principios y valores.
- La inclinación natural hacia el bien.
- La visión y comprensión de las relaciones entre las cosas (ser "holístico").
- Marcada tendencia a preguntar y a buscar respuestas fundamentales.




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domingo, 18 de marzo de 2012


La Inteligencia Emocional y el Destino


Extracto del libro de Daniel Goleman: “Inteligencia Emocional”


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Recuerdo a un compañero de clase que había obtenido cinco puntuaciones de 800 en el SAT y otros tests de rendimiento académico que nos habían pasado antes de ingresar en el Amherst College. Pero, a pesar de sus extraordinarias facultades intelectuales, mi amigo tardó casi diez años en graduarse porque pasaba la mayor parte del tiempo tumbado, se acostaba tarde, dormía hasta el mediodía y apenas si asistía a las clases.

El CI no basta para explicar los destinos tan diferentes de personas que cuentan con perspectivas, educación y oportunidades similares. Durante la década de los cuarenta, un período en el que —como ocurre actualmente— los estudiantes con un elevado CI se hallaban adscritos a la Ivy League de universidades, (La Ivy League constituye un grupo selecto de ocho universidades privadas de Nueva Inglaterra famosas por su prestigio académico y social) se llevó a cabo un seguimiento de varios años de duración sobre noventa y cinco estudiantes de Harvard que dejó meridianamente claro que quienes habían obtenido las calificaciones universitarias más elevadas no habían alcanzado un éxito laboral (en términos de salario, productividad o escalafón profesional) comparativamente superior a aquellos compañeros suyos que habían alcanzado una calificación inferior. Y también resultó evidente que tampoco habían conseguido una cota superior de felicidad en la vida ni más satisfacción en sus relaciones con los amigos, la familia o la pareja.

En la misma época se llevó a cabo un seguimiento similar sobre cuatrocientos cincuenta adolescentes —hijos, en su mayor parte, de emigrantes, dos tercios de los cuales procedían de familias que vivían de la asistencia social— que habían crecido en Somerville, Massachussetts, un barrio que por aquella época era un «suburbio ruinoso» enclavado a pocas manzanas de la Universidad de Harvard. Y, aunque un tercio de ellos no superase el coeficiente intelectual de 90, también resultó evidente que el CI tiene poco que ver con el grado de satisfacción que una persona alcanza tanto en su trabajo como en las demás facetas de su vida. Por ejemplo, el 7% de los varones que habían obtenido un CI inferior a 80 permanecieron en el paro durante más de diez años, lo mismo que ocurrió con el 7% de quienes habían logrado un CI superior a 100. A decir verdad, el estudio también parecía mostrar (como ocurre siempre) una relación general entre el CI y el nivel socioeconómico alcanzado a la edad de cuarenta y siete años, pero lo cierto es que la diferencia existente radica en las habilidades adquiridas en la infancia (como la capacidad de afrontar las frustraciones, controlar las emociones o saber llevarse bien con los demás).

Veamos, a continuación, los resultados —todavía provisionales— de un estudio realizado sobre ochenta y un valedictorians y salutatorians (Los valedictorians son los alumnos que pronuncian los discursos de despedida en la ceremonia de entrega de diplomas, mientras que los salututorians son aquéllos que pronuncian los discursos de salutación en las ceremonias de apertura del curso universitario.) del curso de 1981 de los institutos de enseñanza media de Illinois. Todos ellos habían obtenido las puntuaciones medias más elevadas de su clase pero, a pesar de que siguieron teniendo éxito en la universidad y alcanzaron excelentes calificaciones, a la edad de treinta años no podía decirse que hubieran obtenido un éxito social comparativamente relevante. Diez años después de haber finalizado la enseñanza secundaria, sólo uno de cada cuatro de estos jóvenes había logrado un nivel profesional más elevado que la media de su edad, y a muchos de ellos, por cierto, les iba bastante peor.

Karen Amold, profesora de pedagogía de la Universidad de Boston y una de las investigadoras que llevó a cabo el seguimiento recién descrito afirma: «creo que hemos descubierto a la gente “cumplidora”, a las personas que saben lo que hay que hacer para tener éxito en el sistema, pero el hecho es que los valedietorians tienen que esforzarse tanto como los demás. Saber que una persona ha logrado graduarse con unas notas excelentes equivale a saber que es sumamente buena o bueno en las pruebas de evaluación académicas, pero no nos dice absolutamente nada en cuanto al modo en que reaccionará ante las vicisitudes que le presente la vidas». Y éste es precisamente el problema, porque la inteligencia académica no ofrece la menor preparación para la multitud de dificultades —o de oportunidades— a la que deberemos enfrentamos a lo largo de nuestra vida. No obstante, aunque un elevado CI no constituya la menor garantía de prosperidad, prestigio ni felicidad, nuestras escuelas y nuestra cultura, en general, siguen insistiendo en el desarrollo de las habilidades académicas en detrimento de la inteligencia emocional, de ese conjunto de rasgos —que algunos llaman carácter— que tan decisivo resulta para nuestro destino personal.

Al igual que ocurre con la lectura o con las matemáticas, por ejemplo, la Vida emocional constituye un ámbito —que incluye un determinado conjunto de habilidades— que puede dominarse con mayor o menor pericia. Y el grado de dominio que alcance una persona sobre estas habilidades resulta decisivo para determinar el motivo por el cual ciertos individuos prosperan en la vida mientras que otros, con un nivel intelectual similar, acaban en un callejón sin salida. La competencia emocional constituye, en suma, una meta-habilidad que determina el grado de destreza que alcanzaremos en el dominio de todas nuestras otras facultades (entre las cuales se incluye el intelecto puro).

Existen, por supuesto, multitud de caminos que conducen al éxito en la vida, y muchos dominios en los que las aptitudes emocionales son extraordinariamente importantes. En una sociedad como la nuestra, que atribuye una importancia cada vez mayor al conocimiento, la habilidad técnica es indudablemente esencial.

Existe una clara evidencia de que las personas emocionalmente desarrolladas, es decir, las personas que gobiernan adecuadamente sus sentimientos, y asimismo saben interpretar y relacionarse efectivamente con los sentimientos de los demás, disfrutan de una situación ventajosa en todos los dominios de la vida.

Las personas que han desarrollado adecuadamente las habilidades emocionales suelen sentirse más satisfechas, son más eficaces y más capaces de dominar los hábitos mentales que determinan la productividad. Quienes, por el contrario, no pueden controlar su vida emocional, se debaten en constantes luchas internas que socavan su capacidad de trabajo y les impiden pensar con la suficiente claridad.

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Daniel Goleman, "Inteligencia Emocional"




viernes, 9 de marzo de 2012

PELÍCULA-DOCUMENTAL "¿Y TÚ QUÉ SABES?"




Sugerencia para este fin de semana: 


¿QUIERES VER UN DOCUMENTAL QUE EXPLICA LO QUE SON Y CÓMO ACTÚAN LOS NEUROPÉPTIDOS, (O NEURO-HORMONAS)?


¿TE GUSTARÍA DESCUBRIR CÓMO SE PROGRAMAN LAS ADICCIONES? (No sólo a sustancias, sino a las emociones y a circunstancias adictivas).


¿TE GUSTARÍA ACERCARTE A LA FÍSICA CUÁNTICA, APROVECHANDO UNA PRESENTACIÓN DE ELLA GRÁFICA Y DIVULGATIVA (inteligible)?


¿TE GUSTARÍA COMPRENDER ALGUNOS PRINCIPIOS BÁSICOS SOBRE EL FUNCIONAMIENTO DEL CEREBRO HUMANO? 


SI ESTE FIN DE SEMANA DISPONES DE 90 MINUTOS, TE SUGIERO QUE VEAS ESTA PELÍCULA-DOCUMENTAL. 


(En Coaching Madrid compartimos el DVD en 2006, durante un encuentro gratuito de Cine Forum que ofrecimos para nuestros alumnos. Fue un éxito. A todos les resultó muy interesante.)


Después de unos años, ahora ya aparece completa y en español en Youtube: 


ENTRA AQUÍ PARA VER LA PELÍCULA - DOCUMENTAL "¿Y TÚ QUÉ SABES?"


Representación  animada de la formación de los neuropéptidos

Neuropéptidos, como parte de la "conciencia" de la célula.




Representación de tipos y condiciones de neuropéptidos



La información pasando a través de los circuítos neuronales





www.coachingmadrid.com 

miércoles, 7 de marzo de 2012

LA PENA ATROPELLADA


Mercadillo de Majadahonda

Un disgusto me empuja a la calle. La tristeza me mira desde los ojos grises del asfalto y se mete en mis zapatos, convertida en apatía.

Es sábado. Ajeno a mí, el mercadillo grita sus reclamos. Voces entremezcladas que ofertan medias, sábanas, bolsos, cacerolas... 

En la voz de un cantante falso, una canción conocida cubre de alegría el paso entre los puestos. Mi oído lo percibe, pero no me conmueve. "¡La mejor música por un euro!" canta el comerciante que al paso me brinda unos Cds que ignoro.

Mis ojos se entretienen en los puntos de color, redondos y diminutos, sobre un puesto de los botones. Veo a un hombretón bien versado, de raza gitana, que expone las tendencias de la última moda con entusiasmo infantil, y en mi boca se esboza una sonrisa muy leve, que casi no percibo.

Escondida tras las gafas de sol paseo mi tristeza sin rumbo fijo, y al cabo de unos minutos de caminar cansino, acabo frente a un puesto de verduras, al final de la calle. 

Un llanto desgarrado me saca de mis propias emociones. Viene de una pequeña silla de ruedas que intenta parecer una gran silla de paseo. Tendrá unos siete años y parálisis cerebral. Sus pequeñas manos contorsionadas se agitan por el llanto, y alza sus bracitos escuálidos todo lo que la incapacidad le permite, como queriendo agarrarse al aire. Llora y muestra su boca mellada, señal de que algunos dientes de leche ya se le han caído. Su apariencia es la de un enorme bebé muy delgado y enfermo. 

Está muy asustado, y entiendo que su madre se habrá alejado un momento y que el niño se siente solo y perdido. 

Me acerco a él. Las lágrimas inundan unos ojos verdes, preciosos, que bien podían haber sido las ventanas de un cerebro sano.

El deseo fugaz de abrazarle me sorprende y me contengo. Le hablo tranquila y dulcemente, pero el niño tiene miedo y no soy más que una desconocida para él.  

La madre aparece de repente, acelerada y nerviosa. Lleva en las manos unas bolsas con verduras y en el rostro la marca de una tristeza profunda, en nada parecida a mi tristeza puntual. 

Consuela al niño y me mira agradecida, desde unos ojos que tiñen de verde una pena muy oscura. Digo algo insustancial, sonrío y me alejo. 

Los reclamos continúan al ritmo del vaivén de gente que avanza frente a los puestos. Sus sombras se proyectan en las prendas que cuelgan expuestas sobre barras, como tendidas al sol. 

La tristeza es ahora un aguijón que se me clava en el pecho, pero ahora es otra, ya no es la mía. Es grande y profunda y sé que sólo se quedará un rato conmigo, porque no me pertenece. Es la pena de la madre de un niño sin salud y sin infancia. 

¿Pero y la mía...? ¿Dónde se ha quedado mi propia tristeza?... Las ruedas de la silla la pisaron y se quedó allí, insignificante y aplastada, junto al puesto de verdura.








viernes, 2 de marzo de 2012

SI CREES QUE CONFÍAS DEMASIADO...






Si crees que confías demasiado en las personas y que no te proteges lo suficiente de las malas intenciones, este texto va por ti. 

¿Alguna vez te ha atacado alguien cercano por la espalda? ¿Alguna vez has confiado en quien después resultó no ser quien parecía?

Creo que no son muchos los que pueden decir que nunca han sido traicionados, (calumniados, injuriados, víctimas de los hipócritas...), sin embargo he ido descubriendo que las personas confiadas no suelen serlo por no haber sufrido de engaño o deslealtad, generalmente es porque nacieron con una fuerte tendencia natural a confiar en el ser humano, lo que implica asumir más de una decepción, además de disfrutar de grandes satisfacciones.

A las personas muy confiadas les falla a veces esa alerta porque la presencia de la confianza es tan potente, que aparta de su vista el grado de desconfianza necesario para que se active la “alerta interna” que nos protege de las agresiones enmascaradas.  

Ser espontáneo y fluir en el presente está muy relacionado con andar confiado por el mundo. Son cualidades que, en sí mismas, casi siempre son opuestas a la “alerta interna” que necesitas tener activada para darte cuenta de que quieren engañarte, que hay un doble juego, o para empezar a sospechar ante los sutiles indicios de una inesperada traición. 

Como toda cualidad tiene algún inconveniente, cuando hablamos de CONFIANZA (en dosis muy grandes) el aspecto negativo de esta cualidad puede ser esta falta de alerta, muy necesaria en su grado justo. Esto ocurre cuando entregamos indiscriminadamente y a ciegas, nuestra (loable y maravillosa) confianza.

En lo más profundo y desde que existen las criaturas, el miedo es y ha sido una cualidad básica para mantenerse vivo, en cualquier sentido. Confianza y miedo se alternan si son igual de fuertes; si la confianza es mayor, o mucho mayor, puedes llegar a desconectar la alarma. La alarma habitualmente se propulsa ante el grado de miedo necesario para la propia conservación y supervivencia (en la selva, en las ciudades, en los negocios, las relaciones, en el mundo de las emociones, de las ideas, de las acciones...)

La confianza es tan grata, ofrece tantas satisfacciones cuando se entrega a personas de fiar, que uno se afinca en la confianza, el lugar en el que se disipan todos los miedos, y entonces es cuando la alerta se desconecta. Fluyes sin estar atento, y te das y confías porque es como te sale de dentro -y porque seguro que eres de fiar-, sin plantearte si otros están a la altura del alto valor que ofreces.  

Puede que te sientas tonto de capirote si eres confiado desde pequeñito y a lo largo de toda tu vida siempre has vuelto a confiar en las personas, incluso después de ver y vivir (sufrir) todo tipo de experiencias de decepción, ingratitud, injusticia, hipocresía... (Bienvenido al club).

Este texto está especialmente dedicado a ti si después de todo eso –que para muchos es la vida misma-, sigues escribiendo la palabra confianza con mayúsculas, y te abres y confías cuando vislumbras en otro los que siempre crees que son "sinceros" valores o principios.

Y siempre oyes comentar lo mismo a otros que les ha pasado igual: “jamás me lo hubiese imaginado de esta persona”. Claro, porque si hubieras estado más atento, más alerta, hubieras descubierto los sutiles detalles que delatan a los falsos, y tu impresión, opinión o conclusión sobre esa persona no sería la misma. La decepción no existiría.  

Tampoco podías imaginártelo porque si te traicionó, probablemente estaba muy cerca de ti. Dejaste que se acercase demasiado a ti porque, por enésima vez, era otro ser humano que despertaba tu confianza.

¿Cómo es posible que no acabes de aprender la eterna lección y asumas que no todo el mundo es lo que parece, que no es oro todo lo que reluce? ¿Cómo es que no acabas de caer (del guindo y en la cuenta) y asumir que esta sociedad también esconde abundante rivalidad, inmoralidad, envidia, falsedad..., además de neurosis y bipolaridad a barullo?

Creo que es por un “malentendido” muy común del contrincante interno -entrenado por el contrincante colectivo-, que enfrenta las idea de confianza y alerta, a través del significado que le damos a las palabras. Son sutiles malentendidos lingüísticos que crean confusión en el inconsciente: Alerta = Alarma (miedo). Es como un poderosísimo  mensaje interno que te convenciese así: “relájate y sé tú mismo, si confías no puedes tener miedo, apaga la alarma del miedo, no la necesitas”.

La programación correcta sería Alerta = Atención (precaución).  

SUGERENCIAS  PRÁCTICAS:

Te sugiero que ejercites la atención si te abres y confías demasiado en la gente. Convéncete de que no es que seas tonto, (algo inocente o ingenuo, quizás) sino que vives en un espacio interno de confianza y no te enteras de lo que ocurre en otros espacios colindantes. (¡Si es que no te enteras!) Igual que "el ladrón cree que todos son de su misma condición", en muchos casos el honrado cree que todos son tan honrados como él. Aunque también hay muchos honrados desengañados que han decidido no confiar, y hay otras soluciones:

Para los que confían demasiado, la clave puede estar en encontrar el modo de disociar internamente las ideas "alarma" y "alerta", para que no surja el malentendido inconsciente: "si estoy alerta (atento) es que tengo miedo, y si tengo miedo es que no confío". No es cierto. Confía, no te "alarmes", y a la vez permanece atento, alerta. Cree que puedes estar alerta ante lo que ocurre en el exterior mientras fluyes y confías.

Sólo tienes que darte cuenta de esa confusión interna -una de tantas- y encontrar el modo de estar más atento a lo que pasa alrededor; relajado y a la vez atento, observando...  Confiado y con los pies en la tierra. 

Asume que estar alerta (atento) no significa estar tenso (alarmado). Se trata de "encontrarle el punto" a la idea, porque la desconfianza nunca es una solución feliz. Me parece mucho más recomendable un poco de objetividad y mucha responsabilidad sobre las palabras/ideas que son el alimento diario de nuestra mente.  

Es muy necesario que tomes conciencia de que la cautela y la prudencia, ni están reñidas con la confianza ni son sinónimos del miedo. Elige y decide poner más atención, estar mucho más presente... 

Haz algo para acordarte de estar atento y confiar. Por ejemplo, hazte con algún tipo de "amuleto personal" y utilízalo como símbolo. Tuve un coachee (cliente de coaching) que eligió y decidió que una canica azul representase atención y confianza simultáneas, y la llevaba en el bolsillo cuando podía estar más expuesto. (En cuanto a programación se refiere, la mente también puntúa alto el mero interés en el cambio, reforzada con alguna acción que manifieste ese interés). 

Sería estupendo que realizases algún acto simbólico, algo que a ti te recuerde la alerta/atención: un objeto que puedas llevar contigo, una imagen, una frase mental o afirmación positiva al respecto, un escrito...  

También puedes inventarte una especie de "ritual íntimo" con el propósito de activar tu alerta. Un acto en el que asocies la alerta/atención y la confianza. Recuerda alguna ocasión o situación en la que confiabas mientras estabas muy atento, encuentra una clave de esa situación que pueda servirte, y haz algo con ella

Investiga qué personas, ideas, pensamientos, emociones... representan para ti "Atención y Confianza". El lenguaje del inconsciente son los símbolos. Recurre a los tuyos propios y haz algo con ellos. Puedes recordar los símbolos con los que se comunica tu inconsciente a través de tus sueños y utilizarlos para programar tu nuevo estado confiado-alerta.  Usa la imaginación y tu creatividad.

Y si confías en los demás, felicidades, seguro que también es porque perdonas. (Nunca me siento tan sanamente egoísta como cuando perdono)

Una última sugerencia, de todo corazón: no permitas que alguien te haga perder un día tu confianza en las personas. Nadie debería tener el derecho ni el poder de arrebatarte una cualidad que necesitas y que merecen de ti otros muchos seres humanos.

 María Calandria / www.coachingmadrid.com