Septiembre se deja sentir como una nueva etapa. La
playa, el campo o el buen tiempo y libre, nos han desconectado de la rutina del
resto del año, y ahora nos encontramos con un principio que llenar cambios.
Según mi experiencia profesional y también personal, lo que más fomenta el cambio es la
aceptación inicial.
Solemos estar contra lo que no nos gusta –empezando por
aspectos de nosotros mismos- y ese estar en contra genera el peso de la
contrariedad. El peso interno de ese ir o estar en contra de algún aspecto negativo nos resta la fuerza que necesitamos para cambiarlo. Lo peor que puedes
hacer si quieres cambiar algo de tu vida es resistirte a lo que ahora es una realidad. “Lo que se resiste, persiste”. La vida no parece que fluya bien con las resistencias sino con la aceptación. Es una
realidad que se hace evidente una y otra vez.
Te propongo un ejercicio:
Elige un momento para ti. Ponte cómodo/a, cierra los ojos y piensa en ese aspecto tuyo
que te gustaría cambiar o mejorar. Recuerda un momento en el que sentiste
dentro de ti la ira, el orgullo, el
pesimismo, el egoísmo,... o cualquier otra de nuestras humanidades negativas. Recrea la sensación dentro de ti y revive esa cualidad, observa cómo la sientes, dónde la sientes, en qué parte de tu cuerpo, y pon todo tu atención en ella y en tu respiración.
Inhala profundamente, deja salir el aire despacio mientras observas la cualidad negativa y su manifestación, respira tranquilamente y acéptala. Simple y
sencillamente. Acéptala. Acepta que está ahí sin resistirte a ello, tu atención puesta en la experiencia y en tu presencia como testigo... Desde ese espacio puedes repetir internamente: "ahora me acepto tal y como soy ahora."
Cuando observas a tu sombra y eres capaz de aceptarla, recuperas la fuerza que te quitaba la resistencia. Esa resistencia a la sombra forma parte de la propia sombra.
Se trata de hacerte más grande que eso que rechazas. Eres
mucho más grande y más poderoso/a que cualquier aspecto tuyo. Tienes el poder
de cambiar cualquiera de ellos en cuanto te distancies lo suficiente como para poder actuar. Tu primeras acciones estarían encaminadas a aceptarte así, tal cual eres, aprendiendo a quererte. Porque nadie cambia sanamente con desprecios y juicios, y los peores son los que lanzamos hacia nosotros mismos.
Si te juzgas y desprecias por tus defectos, busca el modo de recordar que dentro de ti hay un niño -siempre hay un niño- que se siente rechazado y presionado, y que necesita la aceptación, el amor y el reconocimiento de un padre o una madre. Si eres un adulto, ese padre/madre eres tú mismo.
Si te juzgas y desprecias por tus defectos, busca el modo de recordar que dentro de ti hay un niño -siempre hay un niño- que se siente rechazado y presionado, y que necesita la aceptación, el amor y el reconocimiento de un padre o una madre. Si eres un adulto, ese padre/madre eres tú mismo.
María Calandria
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