Cuando nos sucede algo que no nos agrada, nos quejamos.
Todos sabemos lo común que es el hábito
de la queja. Es una actitud tan asumida
y cotidiana que la mayoría de las veces ni somos conscientes de que nos estamos
quejando.
La queja es un mal terrible que se da con mucha frecuencia y
extensión en los países de Occidente, precisamente dónde tiene menos razón de
ser. La minoría privilegiada se queja dentro de un mundo que sufre tantísimas
carencias reales, y en lugares pobres, sin embargo, las personas que no tienen
nada, sonríen…
Es verdad que cuanto menos tienes de menos cosas tienes que
preocuparte, y como tienes menos tiempo dedicado a “cosas”, te queda tiempo para otras. Sonreír
a menudo, por ejemplo. Cuando no tienes
nada tampoco tienes miedo a la pérdida, y eso tiene que dar mucha libertad y
tranquilidad interior. En Occidente el
miedo a ser uno mismo, a perder, a equivocarse, a sufrir, a fracasar, a no
llegar,… nos invade y configura.
Por eso se ve por aquí a la gente tan seria
por todas partes. Hay gravedad en el ambiente, amargura en el aire, cargas que
llevamos todos sin solucionar y máscaras con las que nos ocultamos unos de
otros. En resumen, es el miedo que lo penetra todo, hasta llegar al miedo a
cambiar eso que no nos gusta, miedo a solucionar algo porque se ha vuelto un
hábito, una costumbre, y cuesta romper con lo que nos resulta “familiar”,
aunque sea negativo. Inspirados por tanto miedo latente en nuestro modo de
pensar y de vivir, al final nos bloqueamos por el miedo al miedo. Con miedo se vive muy insatisfecho. Una
salida que encuentra el contrincante interno para expresar su
insatisfacción es la queja.
¿Quieres salir de la queja? Si quieres salir de ella, primero planteate: ¿De qué me
sirve la queja? ¿Cómo me siento después de quejarme? ¿Me da o me quita energía? ¿Para qué lo hago?... Si escribes tus respuestas, muchísimo mejor. Las
palabras y los pensamientos vuelan, lo escrito permanece. En mis cursos siempre
sugiero que se aseguren de “guardar el documento” cuando descubren algo
importante. El hecho de escribirlo lo “guarda” en un lugar estable de nuestra
memoria, además de que ahí queda físicamente escrito para cuando quieras volver a tomar
conciencia, a recordar y reafirmar tus compromisos.
Una vez que conozcas más sobre tu
queja y su utilidad (que alguna tiene, por ejemplo el desahogo de exteriorizar
lo que te molesta) Hazte las siguientes preguntas, y escribe las respuestas
siempre en primera persona, en presente y en positivo:
¿Cómo me afecta la queja? ¿Elijo realmente salir de ella? ¿Hasta
qué punto me importa dejar de quejarme? ¿Quiero comprometerme ahora mismo a no
volver a quejarme nunca? … ¿Para qué?
¿Qué obtendré si lo hago? ¿Qué cambiará en mi vida?
Te puedes hacer muchas otras preguntas que te sirvan para
aclarar tu idea sobre la queja y lo que quieras hacer con ella a partir de
ahora: ¿Cómo es alguien que no se queja? ¿Qué otras cualidades tiene? ¿Cómo es
alguien que se queja? ¿Qué otras características tiene? Si alguien se quejaba y
dejó de hacerlo, ¿cómo creo que lo logró?
La toma de conciencia, la responsabilidad personal, la
elección y el compromiso con la acción son las bases del Coaching
Transpersonal.
La siguiente pregunta que te harías es: ¿Cómo me gustaría
liberarme para siempre de la queja? ¿En qué o en quién puedo apoyarme o
inspirarme? ¿Qué recurso puede servirme para suspender la queja cuando aparezca
en mi mente?
Una de las grandes premisas del Coaching Transpersonal es
que LO QUE SE RESISTE, PERSISTE. El contrincante interno se pone en guardia en
cuanto luchamos contra él y lucha con todo su empeño, enmascarándose detrás de
justificaciones y excusas conscientes o inconscientes tan bien elaboradas como
nuestro cerebro sea capaz de hacerlo. Se trata de “no despertar a la
fiera”. J Por lo tanto,
en el Coaching Transpersonal nunca vamos contra la sombra, nunca hacemos
absolutamente nada para eliminarla directamente. Trabajamos para la luz, por la
grandeza, por el potencial maravilloso que el ser humano tiene y casi nunca
sabe que tiene. Es la luz que arroja el proceso de coaching la que aniquila la
sombra del contrincante y sus facetas insalubres.
Si buscamos un recurso para mantener el compromiso de
deshacernos de la queja, ha de ser un antídoto, un antónimo de la queja… ¿Qué puede
arrojar luz a la sombra de la queja? Lo primero que me viene es, sin duda, la
gratitud.
La queja se centra en la carencia, en la falta de algo. La
gratitud, sin embargo, se centra en la valoración de lo que se tiene, en la
gracia que hay en nuestra vida. La gratitud nos lleva directamente a la
satisfacción, mientras que la queja nos lleva al sentimiento de carencia.
¿Crees que el recurso de la gratitud puede servirte de algo?
¿Crees que si pasas una hora agradeciendo por lo que tienes te cambiará el
gesto? ¿Cómo crees que cambiará tu ánimo? ¿Qué crees que pasaría fuera y dentro
de ti después de pasar una hora quejándote? ¿Con cuál de esos gestos y
emociones quieres levantarte, salir al mundo, buscar trabajo, ir a trabajar,
tener amigos, afrontar una dificultad,
vivir…?
¿Tienes a mano algún cuaderno que puedas dedicar desde ahora
a la gratitud? Pues te propongo una tarea: “perla o piedra” (*)
(*) Los coaches transpersonales hacemos muchas preguntas, no damos ningún consejo y de vez en cuando ofrecemos alguna sugerencia, siempre aclarando que la ofrece como “perla o piedra”. Si el cliente (coachee) considera que la sugerencia es una perla, la atesora y hace algo con ella. Si por el contrario considera que es una piedra, la tira a un lado del camino y sigue indagando con su coach buscando otras opciones.
Escribe en la primera hoja del cuaderno un título que te
inspire. Por ejemplo: Gratitud, Mi Gratitud, Toda mi Gratitud, Agradezco por…,
Estoy agradecido/a, Soy agradecido/a, Gracias… Colócalo en tu mesilla de noche o en algún lugar junto a la
cama, abierto por la primera hoja en blanco, en la que arriba escribirás la
fecha de mañana.
Cuando te despiertes, escribe en tu cuaderno tres razones
para estar agradecido. Así cada día, durante tres semanas. Pasado este tiempo,
lee tus sesenta y tres razones y escribe una reflexión en el cuaderno sobre si
ha habido cambios y cómo los has notado, cómo te sentías antes y cómo te
sientes ahora, qué perspectivas han cambiado, etc.
Este paso final del ejercicio es el MÁS IMPORTANTE si quieres que la práctica tenga efectos duraderos en ti. El
contrincante interno puede decirte que estás muy satisfecho con el ejercicio y
que ya te has dado cuenta de lo importante que es cambiar la queja por la
gratitud. Esa es la trampa, no “guardar el documento”. Asegúrate de cumplir con
el cierre de esta práctica (el resumen-informe sobre lo que ha ocurrido).
Me encantaría que esto que he compartido hoy te sirva de mucho. Esa es mi mayor satisfacción. Gracias por estar ahí, contribuyendo con mi vocación.
¡Hasta pronto! :)
María Calandria
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