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viernes, 24 de febrero de 2012

ME GUSTA



Quiero dedicar hoy este texto a alguien muy cercano y querido que ahora pasa por una situación parecida a la que yo viví hace años, y también se lo dedico a todos los demás que hayan vivido o estén viviendo esa experiencia. 


Me gusta la poesía. Toda la de Pedro Salinas. …//…Lo que eres, me distrae de lo que dices"…//...”Conocerse es el relámpago”//…, la de Vicente Gallego, la de algún amigo poeta conocido o desconocido, la mía también, a veces, que casi soy otra desconocida. Me gusta mi poesía cuando la siento tan grande que no es mía, de mis facultades, de mi cerebro... Cuando se escribe a través de mí y la veo aparecer desde mis dedos y me sorprende, me sorprende a mí antes que a nadie.

Me gusta la vida cuando se viste de domingo. Cuando se pone mayúscula, arrebatadora, y se manifiesta de infinidad de formas diferentes.

Me gusta la vida como marco de un abrazo que no quiere acabarse nunca, y la vida de esta soledad que aún sonríe y se columpia en los nocturnos de Chopin mientras elijo pensar: "Qué gusto de cama perfecta, qué noche tan perfecta a la luz amarilla de la farola que alumbra mi rincón, y esta música y Dios esperándome tras los párpados"...

Me gusta creer en mí misma, en las amistades verdaderas, a las que tanto tenemos que agradecer, en el amor como expresión y regalo principal de Dios y de la vida.

Me gusta creer que todas las religiones son falsas, dentro de la maravillosa verdad que las unifica a todas. Me gusta practicar yoga, meditación, y conocer cada día un poco más de quien verdaderamente soy, para poder reconocer entonces cualquier máscara que quiera confundirse conmigo.

Me gusta reconocer que soy fuerte y valiente, y que seré capaz de proteger y cuidar de esa otra parte de mí, tan vulnerable, a la que estoy aprendiendo a querer más cada día.

Me gusta crear. Lo que sea. Necesito crear. Escribir un poema, inventar una receta, decorar una cajita, componer una canción, improvisar un cuento para mi hijo, plasmarme en el barro, en una tela o un papel, jugando a que el alma es imprimible...

Me gusta reír. Sentir que la alegría es un don que se lleva dentro, y descubrir que es ella al final la que vence y nos redime del dolor, porque es mucho más valiosa y más fuerte que el llanto.

Me gustan las conversaciones interesantes, la luz de muchas velitas por los rincones, la música cambiando a cada nota lo que vemos. Me gustan las noches de amor, los amaneceres de amor, las siestas de amor. Me gusta un hombro amado impregnando en mi memoria un aroma de Armani. Me gusta el buen vino. Tinto, siempre tinto, y siempre en buena compañía y en copa de cristal, no importa el lugar.

Pero ahora, lo que más me gusta es pensar que el periodo que estoy viviendo en mi vida acabará pronto. Que dentro de unos meses volverá a crecerme el pelo, acabarán los ciclos de quimioterapia, todo saldrá bien y el pronóstico seguirá siendo igual de bueno o mejor...

Me gusta pensar que la vida es esto, también, unas líneas escritas desde el alma, porque seguimos aquí y estamos vivos, sabiendo que el estigma de la palabra cáncer no es más que un estigma, y que en realidad nos moriremos sólo cuando nos toque.


María José Calandria
Septiembre de 2004








viernes, 3 de febrero de 2012

EL TEATRO DEL MUNDO Y EL ESTRENO DE MI OBRA





(Reflexiones de Coaching Transpersonal)

¿Decido ser libre para elegir aquello que realmente quiero, que dará más sentido a mi vida?
¿Soy libre para decidirme por eso que en el fondo sé que mejorará
la calidad de lo que vivo, o que me mejorará a mí, o ambas cosas? 
¿Soy libre para luchar por lo que mi voz interior me reclama
y que a la larga experimentaré con descanso, pase lo que pase?
¿Elijo lo que me hace sentir más vivo?

Sé que hay “algo” dentro de mí que elige la seguridad de lo que conozco hasta ahora, incluyendo "lo malo conocido", el dolor y sentimiento de carencia que me resultan “familiares” desde hace tanto tiempo. Sé que muchas veces elijo la seguridad porque, en el fondo, temo que el movimiento del cambio la ponga en peligro. El miedo a perder la seguridad nos empuja a optar por el no-cambio. Sin embargo, el cambio, el movimiento, es la libertad y la valentía de vivir. Significa renovarse, evolucionar, observar la vida desde otras perspectivas, asumir nuevas creencias propias y descartar antiguas creencias y el contagio de las de otros.

Siento que podría seguir viviendo el resto de mi vida como si fuese una obra siempre inacabada, en permanente ensayo, a la espera de que suceda algo que se parezca a un "estreno", como si mi tiempo aquí fuese ilimitado y 80 o 90 años fuesen una eternidad, cuando la vida me demuestra que cada año pasa más deprisa. 

Soy libre de permanecer en esa “seguridad” ficticia 
que me permite seguir ensayando mi propia vida. 
Soy libre de elegir vivir siempre así, pero si opto por esa elección, soy consciente 
de que corro el riesgo de irme cualquier día del teatro del mundo 
sin haber llegado nunca a ser protagonista de una vida verdadera.

Cuando elijo lo que siento más vital, lo más saludable y beneficioso, lo que implica movimiento, avance y vida, me sobreviene una satisfacción debido a la coherencia interna.  

Elegir de esta manera me aporta paz porque me alinea con mi verdadera naturaleza. Si soy capaz –siempre es difácil- de trascender el apego y el miedo que me empujan a quedarme con “lo de siempre”, alcanzo valentía y serenidad. Sé que por ahí el camino es fluido, que está lleno de vida, y que merecerá la pena ocurra lo que ocurra. Sé que es una cuestión de elección y decisión, y de adjudicarle después una fecha, un momento al primer paso, a la primera acción en la dirección de lo que tiene más y sentido vital para mí.

El caso es que no siempre mis mejores ideas, emociones y creencias son las dueñas de mis decisiones y elecciones. Entonces, ¿qué es lo que dirige mi vida en esos otros muchos momentos?

Algunos lo llamamos el "yo pequeño” o el "contrincante interno”. A mí me alivia descubrir y experimentar que puedo apartarme de ello para observarlo y lograr que me deje en paz y tranquilidad, porque mi objetivo es otro, son otras mis prioridades actuales y ahora actúo en consecuencia. 

Cuando mi contrincante interno se muestra en mi mente para interferir entre mis metas y yo, y boicotea las decisiones y elecciones que fomentan mi vida y salud como individuo y ser vivo completo, me alineo con mi única y verdadera Identidad, y con la ayuda del coaching descubro motivación, fuerza, sentido, confianza, visión, determinación, entusiasmo...  para reconocer a mi aliado interno y actuar desde él.

Mi coach -su espejo- y mi yo-aliado, somos dos para trascender y vencer al contrincante, al personaje irreal que se hace pasar por mi yo auténtico, para perpetuarse como aspecto y rasgo mental. Su forma biológica es la de encimas neuronales, nacidas y alimentadas por los hábitos, que simplemente luchan por su supervivencia. Sin embargo, yo soy el jinete en el mito del "Carro Alado" de Platón. La identidad que preside la mente y que habita en el lugar de mis elecciones conscientes, aquí y ahora.